Mi abuelo murió hace poco y su abogado nos reunió a todos.

Anunció que todo su dinero (millones de dólares) se repartiría a partes iguales entre mis tres hermanos, y que yo sólo recibiría el viejo y destartalado apiario, ¡y eso era todo! Me dolió mucho porque fui yo quien lo cuidó en sus últimos años.
Pero estaba dispuesta a aceptarlo porque lo quería y lo respetaba. Sin embargo, cuando todos se fueron, el abogado me pidió que me quedara. Me dijo: “Tu abuelo era el que más te quería. Quería mantenerlo en secreto para tus hermanos. Toma, echa un vistazo”.
Me dio una carta. ¡Dios mío, es una locura!

Esto es lo que leí en la carta.

“Querida Ana:

Si estás leyendo esto, significa que ya no estoy contigo en este mundo.
Sé que quizá te dolió escuchar que sólo te dejaba el viejo apiario, pero confío en que tengas paciencia y leas hasta el final.

Ese apiario no es un simple cobertizo con colmenas. Es el lugar donde pasamos horas juntos, donde aprendiste a cuidar de las abejas con calma y respeto. También es, literalmente, un tesoro.

Debajo de la tercera colmena, la que pintaste de azul el verano pasado, encontrarás una trampilla en el suelo. Dentro hay una caja fuerte. La combinación es tu fecha de nacimiento.

Dentro, encontrarás lingotes de oro, documentos de inversión y un diario con instrucciones para que continúes mi trabajo… y quizás un pequeño proyecto que cambiará tu vida.

No confíes demasiado en tus hermanos; he visto su ambición. Lo que hay ahí es para ti, porque sé que lo cuidarás y no lo desperdiciarás.

Con todo mi amor,
Abuelo.”

En ese momento, entendí que me había dejado mucho más que un apiario viejo… me había dejado la parte más valiosa de su vida y su legado.

Hãy bình luận đầu tiên

Để lại một phản hồi

Thư điện tử của bạn sẽ không được hiện thị công khai.


*