Detuve a una mujer que conducía a 150 km/h, lista para ponerle una multa, pero de repente noté algo extraño bajo sus pies.

Detuve a una mujer que conducía a 150 km/h, lista para ponerle una multa, pero de repente noté algo extraño bajo sus pies.😱😱

Estaba en un turno de patrullaje. Mi compañero y yo conducíamos por un tramo a las afueras de la ciudad donde suelen ocurrir accidentes, sobre todo en carreteras rectas donde los conductores tienden a exceder la velocidad. Todo estaba en silencio, quizás demasiado silencioso.

Entonces vi un coche gris que pasó a toda velocidad junto a nosotros, como si no nos hubiera visto. Un vistazo rápido al radar: 150 km/h. En una carretera desierta, a plena luz del día. Uno quiere pensar que la persona solo tenía prisa. Pero eso no es excusa para infringir la ley.

Revisé las placas inmediatamente: no tenía infracciones, el coche estaba registrado y no lo buscaban. Encendí las luces, puse la sirena y di la señal de parada. Al principio, el coche pareció reducir la velocidad, pero luego volvió a acelerar.

A través del altavoz ya advertí en tono autoritario:

— ¡Conductor, deténgase inmediatamente! Ha infringido las normas y deberá rendir cuentas.

Tras unos cientos de metros, el coche finalmente se detuvo a un lado de la carretera. Salí y, siguiendo el protocolo, me acerqué al lado del conductor. Al volante iba una mujer joven, de unos 30 años.

Su rostro estaba pálido y ansioso, y el miedo era visible en sus ojos.

—¿Sabes el límite de velocidad en este tramo?

—Sí, sí… lo sé… —susurró apenas, casi sin aliento.

—Entonces, ¿puedo ver sus documentos? —dije con firmeza, inclinándome ligeramente hacia la ventana.

Y en ese momento, noté que algo andaba mal bajo sus pies. Había un charco en el suelo del coche… 😱😱Continúa en el primer comentario.👇👇

Había un charco en el suelo… pero no era agua embotellada. Enseguida me di cuenta: la mujer estaba de parto.

—¿Se te rompió la fuente?

— Por favor… ayúdame… estoy sola… no tengo a nadie… — su voz se quebró.

Sin duda. Inmediatamente informé por radio que acompañaba a una mujer embarazada al hospital más cercano. La subí a nuestro coche y conduje con el máximo cuidado pero a la vez rápido. Durante el trayecto, casi gritó: las contracciones eran cada vez más fuertes.

Le agarré la mano y traté de calmarla lo mejor que pude, aunque apenas pude mantener la compostura.

Llegamos al hospital literalmente en el último minuto. Los médicos ya estaban esperando en la entrada; les había avisado con antelación. La mujer fue llevada inmediatamente a la sala de partos.

Regresé unas horas después; esta historia me quedó grabada. Entonces la partera salió al pasillo, sonrió y dijo:

—Felicidades, es una niña. Sana y fuerte. Y la madre está bien.

Probablemente sean momentos como estos los que me hacen amar mi trabajo. La ley es importante. Pero la humanidad es más importante.

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