

Pensé que este día sería uno de los mejores de mi vida. Desde que empecé a ver películas, imaginaba mi boda perfecta, y tomaba ideas de ellas: el vestido, el lugar de celebración, el pastel. Así que, para mi gran día, reuní a todas mis mejores amigas de todo el país para que fueran mis damas de honor. Pero cuando estaba en el altar con mi novio, pronunciando nuestros votos, y el sacerdote dijo: “Si alguien se opone a este matrimonio, que hable ahora o calle para siempre”, TRES de mis damas de honor gritaron: “¡Nos oponemos!”. Todo el mundo empezó a exclamar y a susurrar, y la cuarta chica entró en pánico: Ella: “¡¿Están locas?!” Ellas: “¿Nosotras? ¿Y tú? ¡Mira ese pastel! Es
…¡horrible! ¡Y el vestido también! ¡Y ni hablar del ramo de flores falsas!”.
El salón entero se quedó helado. Yo estaba en shock, a punto de llorar, porque esas eran mis amigas de toda la vida, y ahí estaban, ridiculizando mi boda frente a todos.
Pero entonces, mi cuarta dama de honor –la única que se mantuvo a mi lado– dio un paso al frente, se quitó los tacones y dijo:
—¿Saben qué? No es SU boda. No son SUS votos. No es SU amor. Si no pueden apoyarla en el día más importante de su vida, mejor váyanse.
Y con un gesto firme, las echó del salón. Todo el mundo estalló en aplausos, incluso el sacerdote dijo: “Bien dicho, hija”.
Yo estaba temblando, pero mi novio me apretó la mano y me susurró: “No mires atrás, solo mírame a mí”.
Nos casamos en medio de un mar de risas y lágrimas, y cuando llegó el momento del brindis, mi única dama de honor levantó su copa y dijo:
—Hoy aprendimos que no necesitas un ejército de damas de honor… solo una verdadera amiga. 💍✨
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