
El vecino regaba el mismo trozo de tierra todos los días, donde no crecía nada: cuando llegó la policía, encontraron algo horripilante.
Cada mañana, a las 6:30 en punto, mi vecina salía al jardín con una manguera amarilla. Y siempre hacía lo mismo: regaba un pequeño trozo de tierra junto a la valla. Siempre solo ese trozo. El resto del jardín, donde crecían tomates, pepinos y fresas, permanecía seco.

Al principio, pensé que tenía allí plantas especialmente delicadas. Pero al cabo de unos días, quedó claro que no crecía nada en ese lugar. Solo tierra húmeda.
Un día no pude soportarlo más y pregunté:
—¿Por qué riegas aquí tan a menudo?
Se estremeció, le temblaron las manos y, sin mirarme, murmuró:
—Aquí tengo patatas… de una variedad especial.
¿Patatas? ¿Todos los días y con tanta agua? Me di cuenta de que mentía. Pero decidí no insistir, solo observar.
Pasó una semana. El terreno seguía vacío, y la vecina se ponía cada vez más nerviosa e irritable. A veces sentía su mirada pesada sobre mí, como si supiera que sospechaba algo.

Esa noche no pude dormir. Un pensamiento me rondaba la cabeza: ¿y si algo andaba mal allí? Por la mañana llamé a la policía. Mi denuncia les pareció extraña, pero accedieron a investigar. Y lo que la policía encontró en su jardín dejó a todos atónitos. (Continúa en el primer comentario)
Cuando la policía entró en el jardín, la vecina palideció. Intentó justificarse, diciendo que era solo una costumbre, que le daba pena dejar las plantas sin agua. Pero cuanto más hablaba, más se enredaban sus palabras.
Uno de los agentes se acercó a la tierra húmeda y empezó a cavar. Unos minutos después, la pala chocó con algo duro. Cuando retiraron la capa de tierra… casi grito.
Una mano humana sobresalía del suelo.

Más tarde se supo que se trataba de su marido, quien había desaparecido misteriosamente unos meses antes. Ella le había quitado la vida durante una discusión y lo había enterrado en el jardín, esperando que nadie se diera cuenta.
Plantó semillas encima para cubrirlo, pero debido al riego apresurado, se pudrieron, dejando la tierra al descubierto, y eso la delató.
A veces pienso… si hubiera regado todo el jardín, quizá nunca me habría dado cuenta de nada.
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