Heredé una casa antigua en medio del bosque de mi abuela: quería ir a verla, pero mi madre me lo prohibió… y más tarde descubrí por qué.

Heredé una casa antigua en medio del bosque de mi abuela: quería ir a verla, pero mi madre me lo prohibió… y más tarde descubrí por qué.😨😨

Cuando era niña, apenas teníamos contacto con la madre de mi madre. Solo existían algunos recuerdos vagos: un par de años de interacción, y eso era todo. Después, todo se detuvo.

No sabía por qué. Era demasiado joven para entenderlo, y más tarde, cuando le hice preguntas a mi madre, ella simplemente las desestimó con un gesto.

Con el tiempo, me acostumbré y lo acepté. Pero hace poco me llegó la noticia: mi abuela había fallecido. Decir que me sentía triste o dolida no sería cierto; apenas la recordaba. Sin embargo, algo me sorprendió: me había dejado su casa del pueblo como herencia.

La curiosidad venció a la indiferencia. Quería al menos ver la casa, entender cómo era y tal vez venderla más adelante. Pero cuando se lo conté a mi madre, de repente se puso visiblemente nerviosa:

—No vayas, te lo ruego.
—¿Por qué, mamá? ¿Qué hay allí?
—No quiero que vayas.
—Mamá, ¿qué escondes?
—Nada… —¡Mientes
! ¿Por qué no hablaste con la abuela? ¿Por qué no me cuentas nada?
—Simplemente no vayas… o te arrepentirás mucho. No puedo decir nada más.

Sus palabras solo aumentaron mi curiosidad. Me di cuenta de que, de todas formas, tenía que ir. Había demasiados secretos en esa familia.

Al llegar a la dirección, la casa estaba en medio del bosque. Una vieja casa de ladrillo con un porche desgastado, de aspecto completamente normal. Incluso un poco acogedora. Me acerqué, me agaché: la llave estaba debajo del felpudo.

La introduje en la cerradura, la giré lentamente y abrí la puerta. Entré… y me quedé paralizada de horror.😨😢

Ahora entiendo por qué mi madre le tenía tanto miedo a este lugar… Continúa en el primer comentario👇👇

Estaba mirando las habitaciones cuando mi mirada se detuvo en una pared. Allí colgaba una vieja fotografía enmarcada. Me acerqué y me quedé paralizada. En la foto estábamos mi mamá, mi papá… yo —muy pequeña, de unos tres años— y otro niño. Debía de tener unos diez años.

Me quedé inmóvil, mirándolo fijamente. ¿Quién era? ¿Por qué no lo había visto nunca? Un escalofrío me recorrió el pecho. Algo no estaba bien. Me habían mentido.

Con manos temblorosas, llamé a mi madre.

—Mamá… ¿quién es este niño de la foto?

Al otro lado, hubo un largo silencio. Pensé que no iba a contestar, cuando de repente la oí sollozar.

—No debías haber visto esto… —dijo mi madre—. Tenías un hermano mayor.

Me quedé paralizada, sin poder creer lo que oía.

—¿Un hermano?…

Y mi madre finalmente dijo la verdad. Hace muchos años, fuimos todos juntos al pueblo de la abuela. Yo tenía tres años y mi hermano diez.

Estábamos jugando en el jardín mientras la abuela preparaba el almuerzo. Mi hermano se subió a un árbol… calculó mal su fuerza, se cayó y se fracturó la columna vertebral de forma tan grave que no pudieron salvarlo.

Desde entonces, mi madre nunca pudo perdonar a la abuela, culpándola de todo. Se distanció de ella para siempre y me prohibió contactarla, temiendo que los recuerdos y las sombras del pasado me hicieran daño.

Me quedé en casa, con el teléfono en la mano, y ante mis ojos, el niño de la fotografía seguía allí. Mi hermano, cuya existencia acababa de descubrir.

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