
Los nuevos padres notaron que su perro se sentaba junto a la cuna todas las noches sin moverse, por lo que decidieron instalar una cámara.
Cuando la joven pareja dio la bienvenida a su hija, su golden retriever, Lora, asumió inmediatamente el papel de niñera. Los perros suelen ser compañeros leales para los niños, pero el comportamiento de Lora pronto se volvió extraño.
Entonces empezó algo muy inusual. Durante una semana entera, todas las noches, Lora iba a la cuna, se sentaba junto a ella y no se movía. No se acostaba, no se dormía, ni siquiera salía a beber agua. Simplemente se sentaba, observando constantemente al bebé y, de vez en cuando, lloriqueando suavemente.

“Probablemente sólo la esté protegiendo”, sonrió la madre al principio.
Pero cada día, el comportamiento de la perra se volvía más extraño. Se sentaba junto a la cuna toda la noche mientras sus padres dormían en su habitación. Y por la mañana, actuaba como si nada hubiera pasado: comía, dormía, jugaba.
La joven madre empezó a asustarse. “¿Por qué hace esto? Estoy muy preocupada por nuestra hija. ¿Deberíamos llevarla al veterinario?”
Para calmar su ansiedad, la pareja instaló una cámara de visión nocturna enfocada a la cuna. Por la mañana, vieron las imágenes y quedaron en shock… Su hija había estado en peligro… Continúa en el primer comentario.

Alrededor de las 3:12 a. m., Lora se levantó de repente, gruñó y empezó a ladrar con fuerza hacia la ventana. En el video, se veía claramente: el marco de la ventana se abrió muy lentamente. Entonces, una mano —la mano de alguien— intentó atravesar la mosquitera.
La perra entró en acción, agarró la cortina con los dientes y saltó al alféizar de la ventana, ladrando. La mano desapareció. Un segundo después, silencio.
La madre cogió el teléfono y llamó a la policía.
Más tarde, se supo que un delincuente llevaba varias semanas operando en la zona, entrando a las casas por las ventanas de la planta baja. Se centraba específicamente en familias con bebés para pillar a los padres desprevenidos e indefensos.

Lo atraparon dos días después gracias a las pruebas encontradas junto a la ventana: trozos de tela de guante y gotas de sangre. Lora lo había mordido.
Desde entonces, la pareja nunca volvió a encerrar a Lora en la cocina por la noche. Ahora dormía en la habitación del bebé, acurrucada plácidamente junto a la cuna. Nunca más volvió a lloriquear.
Ella había hecho su trabajo. Simplemente había protegido.
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