
Una niña de siete años se dio cuenta de que un hombre extraño vestido de negro la estaba siguiendo; pero en lugar de irse a casa, hizo algo completamente inesperado.

La niña de siete años caminaba a casa después de la escuela. En sus manos llevaba su mochila, con cuadernos que sobresalían de forma irregular, y en su hombro colgaba una bufanda que se le resbalaba constantemente. El patio estaba tranquilo y vacío. Solo cerca de la entrada había alguien.
Era un hombre alto con un abrigo largo y negro. Su rostro estaba parcialmente oculto por una bufanda y el cuello subido, pero incluso eso bastaba para darle un aspecto aterrador. Parecía estar esperando a alguien. De vez en cuando miraba a su alrededor y luego volvía a fijar la vista en la casa.
La niña empezó a sentirse inquieta. Las palabras de su padre volvieron a su mente.
El hombre la notó. Sus ojos se volvieron pesados y cautelosos. Avanzó unos pasos, como si comprobara si había algún testigo cerca. La calle estaba vacía: ni transeúntes ni coches. La chica sentía el corazón latirle con fuerza en el pecho y las palmas de las manos sudando. El hombre aceleró el paso.

Se dio la vuelta; él ya estaba muy cerca. Su mirada recorrió nerviosamente la escalera. Y de repente, hizo algo que incluso sorprendió al hombre de negro . Gracias a eso, la chica sobrevivió e ilesa. Continúa en el primer comentario.
Un pensamiento cruzó por su mente: “¡Luz! ¡Ruido!”
De repente encendió todas las luces del rellano, iluminando el oscuro hueco de la escalera, y golpeó con todas sus fuerzas la puerta más cercana.
—¡Ayuda ! ¡Ayuda! —su voz se quebró por el pánico.
El eco se extendió por el edificio. El hombre de negro se quedó paralizado por un instante, como si no hubiera esperado que el niño actuara con tanta decisión.

En ese instante, la puerta se abrió de golpe, y en el umbral apareció un hombre corpulento con ropa de casa. Detrás de él apareció la figura de una mujer.
—¿Qué pasa aquí? —preguntó con severidad, mirando primero a la muchacha y luego al hombre extraño.
El hombre de negro se estremeció y abrió los ojos de par en par, sorprendido. Se dio la vuelta y salió casi corriendo de la entrada, desapareciendo en la oscuridad del patio.
La niña seguía temblando, aferrada a su mochila, pero sentía una chispa de orgullo en su interior. Recordó las palabras de su padre e hizo exactamente lo que debía hacer. Y eso le salvó la vida.
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